Pronto hará 89 años del nefasto del 1936. Ese día comenzó la matanza por parte de Franco de los militares honrados que se mantuvieron fieles a la República. El primer asesinado fue el capitán Virgilio Leret Ruiz, aviador, ingeniero e inventor que era el jefe de la base aérea del Atalayón en Melilla. También su esposa Carlota escritora y periodista feminista fue encerrada cinco años en prisión tras la ejecución del capitán, partiendo posteriormente al exilio con sus dos hijas. Esta iniquidad fue la primera que Franco y sus fascistas cometieron contra sus compañeros militares que continuó durante tantos años como duró el exterminio de la República mediante el fusilamiento alevoso y masivo del pueblo.
Sea quien sea el partido que gobierne tendrá que atender el clamor de verdad, justicia y reparación que se eleva desde las dos mil fosas comunes que tenemos en España. No puede haber democracia para construir una sociedad digna y avanzada si no recuperamos a nuestros familiares hechos desaparecer, que están en miles de fosas esperando ser encontrados, identificados y enterrados dignamente. Sobre la memoria histórica se viene hablando cada día más y muchos representantes de asociaciones de familiares de las víctimas asesinadas por Franco hemos hecho muchas gestiones para que los políticos se pronuncien y lleven en sus programas nuestras demandas.
Hay una película alemana “La conspiración del silencio” que escarba en la memoria colectiva de los alemanes que vivieron años en la negación de las atrocidades cometidas por su propia gente. En ella se cuenta como un joven fiscal descubre que instituciones alemanas y miembros del gobierno están involucrados en una conspiración cuyo fin es encubrir los crímenes de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y busca que salga a la luz todo lo que pasó asumiendo una tarea difícil y llena de obstáculos: contar lo que pasó en el campo de concentración de Auschwitz y llevar ante la justicia a los culpables. En 1958 en Alemania todo estaba oculto pero una generación de jóvenes nacidos después de la guerra quiso saber lo que pasó. En esa época los dirigentes políticos de Alemania junto con los yanquis habían hecho un pacto de silencio para callarlo.
Todo esto nos suena a nosotros demasiado conocido con el agravante de que esos mismos son los que mantuvieron la dictadura de Franco durante 40 años y el posfranquismo con los mismos silencios y complicidades. También la figura del joven fiscal y su quijotesca lucha contra el Estado alemán se parece a lo que seguimos viviendo y sufriendo en España. La memoria histórica es esencial para un país. Es mejor conocer la historia que estar ciegos ante ella. Conocer la verdad no solo es importante para los países, es algo fundamental para nosotros como seres humanos. Esto ayuda a curar las heridas del pasado y a las personas a cambiar la sociedad. Las desapariciones forzadas que en la dictadura franquista fueron como mínimo 150.000 víctimas, es el delito más grave que se puede cometer porque se detiene ilegalmente a un ser humano, se le tortura, se le asesina y se esconde su cadáver, para extender el sufrimiento de su familia al no saber su paradero.
Según la Convención contra la Desaparición Forzada e Involuntaria de la ONU, ratificada por España, el delito sólo empieza a prescribir cuando se da con el paradero de la persona desaparecida. Esa misma convención dicta la protección y la atención especial que requieren los familiares de los desaparecidos, algo que ha sido vulnerado desde las instituciones. Nosotros los familiares de los desaparecidos-asesinados continuaremos recitando la poesía de Marisa Peña dedicada a la memoria de nuestra heróica gente republicana:
«Mientras me quede voz, hablaré de los muertos, tan quietos, tan callados, tan molestos.
Mientras me quede voz hablaré de sus sueños, de todas las traiciones, de todos los silencios, de los huesos sin nombre esperando el regreso, de su entrega absoluta de su dolor de invierno.
Mientras me quede voz no han de callar mis muertos«.
Paco Pimentel