Macron, Merz y Starmer, los líderes de Francia, Alemania y Reino Unido, como los tres banderilleros de Lorca, marchaban a Kiev, para ponerles unos rehiletes a Putin en apoyo a Ucrania, con la amenaza de más sanciones de persistir en las matanzas. Lo que iba de amenaza solidaria del tridente en su vagón de encuentro, una cámara ladina, lo ha convertido en una befa mundial, atribuyéndoles a los mandamases una colocada esnifando coca. Inmediatamente la Zajárova, portavoz de Exteriores de Rusia, se ha hecho eco del video, para tachar a los jefes europeos de drogatas, como el castigado Zelenski.
Los que hemos vivido en los anclas del podercito, sabemos que los altos encuentros en tren o en la piscina, estaban excesivamente controlados por agentes, periodistas institucionales y jefes de protocolo, capaces de poner en orden a las moscas. Por lo que la parada del ferrocarril televisada, puede pertenecer como declaran los macroncitos, a una operación orquestada a la Roja, desde la Sala Oculta del Kremlin.
Es de natural que amén de soldados y paisanos muertos, más lisiados en la Guerra, la verdad es la más mal parada que no cotiza ni en la charity-shop; y hoy en día la sofisticación de los medios comunicantes, puede alcanzar a ver e imaginar en la Biblioteca de Iván el Terrible, una quedada de Putin, con el Gran Mandarín, Lula, Maduro y comparsas, suspirando pipas de amapolas recién traídas de Pekín para los fastos del Desfile de la Victoria. Sembrada certeza y duda, de ser una Operación Psicológica, los autores merecen la vuelta al ruedo, porque han conseguido que al Emmanuelito, el gabacho, y sus acompañantes, se le traspapelen las “papelinas”, y pasen virilizados como yonquis cocainómanos; mientras nunca se sabrá si las peas de los hurras en la Plaza Roja, eran de vodka, beiju o caipiriña, pero alguna ventaja da tener al frente un presidente kagebista de carrera.