En mi Geografía de primero del bachiller de los más antiguos, se leía el tararí de Murcia y para final el recitativo terminaba, –Jumilla con vinos famosos, la verdad es que con 39 bodegas uno puede pillar una jumarea por el vapor de sus calles, de esas peas que los piripis de oficio pillan hasta de olor. Pero el que anda de embriaguez absoluta es su Pleno municipal, porque de tanto mezclar la mala uva de VOX, con sus tiralevitas del PP, han desdecidido que los espacios municipales no deben ser lugar de culto, como era costumbre para las celebraciones del Ramadán y la Fiesta del Cordero y que los mil seiscientos islamistas censados, se busquen un chambao para sus necesidades de culto.
Como mientras nos dure el abascaleo y el canguelo de su pareja política, la búsqueda de lo español, como nos bautizaron los franceses a los que se repartieron el cacho hispano-árabe, empieza a ser dogmática noticia de la nostalgia de cuando se cantaba, -Isabel y Fernando, el espíritu impera, moriremos besando la sagrada bandera…; pero como ya no nos quedaba ni el Último de Filipinas, la España gloriosa se empieza en los feudos murcianos por tocas, y como en la Oca ahora le toca a Jumilla, la de Federación de Moros y Cristianos-D. Pedro I, para celebrar sus afamadas fiestas de Moros y Cristianos, mira la casualidad.
Doña Seve, alcaldesa popular, anda echando balones fuera, para quitar a su decisión de la escala de los intransigentes contra la libertad religiosa, pero ni por esas ha quedado oculto su culto al rancio nacional-catolicismo. Severa con diez concejales de lo suyo y el uno más de VOX, que le garantiza la mayoría de su vitola derechista, ha logrado ser reina por un día irritando a las kábilas que participarán en sus desfiles agosteños. Vaya vergüenza, ahora hay que taparse la nacle para brindar con su Don Simón.