Aquel 4 de diciembre
Estábamos a 100 metros de Caparrós cuando lo mataron. Se produjo una terrorífica dispersión en todas direcciones. Por fortuna una compañera de partido vivía allí al lado y nos refugiamos en su casa. Al menos los niños estaban a salvo. Bajé a la calle y había una situación muy rara, dicotómica, porque mientras la zona del crimen estaba desierta, habiendo huido todos para cualquier sitio










